Esta semana ví una entrevista que le hicieron a Mark Zuckerberg (el fundador de Facebook) en abril de este año. Recomiendo verla. Es interesante –también alarmante– escuchar lo que piensa (en realidad, lo que se atreve a decir públicamente) una de las personas –lamentablemente– más poderosas del mundo hoy en día.
En fin, vengo a hablar particularmente de un fragmento de la entrevista, titulado por el entrevistador como: AI friends, therapist and girlfriends [Amigos, terapeutas y novias de Inteligencia Artificial]. En primer lugar, voy a decir que me sorprendió enterarme que hay gente que realmente acude a la “inteligencia” artificial para pedir ayuda respecto a su salud mental. Me resultó perturbador. Quizás haya quienes tilden mi reacción de exagerada (personalmente le he jurado lealtad eterna a mi psicólogo de hace 7 años), pero creo que hay una brecha gigantesca entre pedirle ayuda al Chat GPT para citar una fuente en formato APA 7ma edición y pedirle ayuda para sobrellevar ataques de pánico o ansiedad.
En una parte, el entrevistador afirma que actualmente ya hay gente que tiene relaciones significativas con la IA (asumiendo roles de terapeutas o amigos, por ejemplo) y, luego de presuponer que todo va a ser más y más intenso a medida que esta se vaya volviendo más «única», «personal», «inteligente», «espontánea» y «divertida», entre otras cosas, pregunta: ¿cómo nos aseguramos de que sean relaciones saludables?
La respuesta de Mark fue:
La gente usa cosas que son valiosas para ella. Uno de los principios centrales que guían el diseño de mis productos es que la gente es inteligente: ellos saben lo que es valioso para sus vidas.
Y añadió:
Creo que la gente usará IA para muchas cuestiones sociales. Actualmente, una de las principales cosas por las que vemos que la gente usa Meta AI es para tener conversaciones difíciles. Por ejemplo: “tengo x problema con mi novia, ayúdame a tener esa conversación” o “necesito tener esta conversación complicada con mi jefe, ¿cómo puedo hacerlo?”*
*Pausa para advertir algo: por supuesto que todo está traducido y ligeramente parafraseado por mí y demás está decir que no soy legítimamente traductora de nada, pero más o menos eso dice.
De cualquier manera, what the fuck, amigos¡¡!!! Es muy preocupante. Incluso hay partes de la entrevista que me parecen tan absurdas que no puedo hacer más que tirar un jaja completamente irónico, porque no puedo creer lo que dice. Hace unos meses que estoy transitando lo que podría decirse “la recta final de la carrera”: aka “hacer la tesis”, y llevo un tiempo leyendo sobre esto. Las redes sociales, esos espacios digitales que pregonan haber nacido bajo la promesa de alimentar las conexiones humanas, han convertido todo intento de interacción social dentro de ellas en ✨dato✨: materia prima por excelencia del capitalismo de plataformas. Si hacemos o no amigos nuevos, si fortalecemos o no los vínculos que tenemos, a Mark no le importa. Aunque no lo diga explícitamente, lo que quiere es que jamás dejemos Facebook (o Instagram, Whatsapp y todo el abanico de aplicaciones que le pertenecen). ¿Saben qué dijo respecto a la amistad? Que el estadounidense promedio tiene tres o menos amigos, cuando en realidad su deseo rondaría los 15. Es decir que en general, las personas anhelan más conexión de la que tienen. ¿Saben cuál fue su propuesta de solución? Los AI friends, obvio 🤖 (“inteligencia” artificial que simula ser tu amiga).
Cada segundo de ese segmento de la entrevista me mantuvo pensando en una de las cosas que estoy leyendo –una y mil veces– para mi trabajo y que tiene que ver con un fenómeno que venimos presenciando hace rato: una huida de la conversación. En palabras de la fabulosa, psicóloga y socióloga, Sherry Turkle: «[...] hoy en día buscamos formas de evitar la conversación. Nos escondemos los unos de los otros a pesar de estar constantemente conectados los unos con los otros». Se refiere, básicamente, a que hemos encontrado en nuestros celulares (y aplicaciones de redes sociales) formas de evitar todo aquello que nos incomoda de los encuentros cara a cara. Claro, amamos esa “distancia segura” desde la cual resulta mucho más fácil interactuar con otras personas: podemos editar, embellecer o ignorar todos los mensajes que gustemos y, en definitiva, pasar por alto todo el caos que implican las conversaciones face to face. Perdemos, también así, la oportunidad de aprender a escuchar, mirar a los ojos y prácticamente, de generar empatía, de construir intimidad.
Otra cosilla que dice Mark cuando habla sobre los Ray-Ban Meta glasses (unos anteojos que cuestan alrededor de 300 dólares y sacan fotos, graban videos, transmiten en vivo a Facebook o Instagram y tienen el asistente de Meta AI incluido) es que –según él– llegamos al punto en el que, teniendo en cuenta los avances tecnológicos, el mundo físico y el digital deberían estar completamente fusionados. A mi parecer eso ya sucede bastante. ¿No te parece, Mark, que el hecho de que la gente esté buscando afecto en una máquina ya es un gran síntoma de eso?
Como jóven 100% nativa digital, por supuesto que me cuesta imaginar un mundo en donde la gente conocía a su pareja encontrándose en el minimarket del barrio y no deslizando el dedo insensiblemente hacia la derecha o la izquierda hasta hacer match con algún personaje –que supone ser alguien real, que del otro lado de la pantalla busca lo mismo: conocer a alguien real. Reconozco, también, que la tecnología tiende a seducirnos con discursos que celebran la simplificación de algunas cuestiones y que, como seres humanos, caemos fácilmente en la tentación. Pero vamos, che, necesitamos más gente a favor de los encuentros: gente que prefiera equivocarse, tartamudear, ponerse colorado/a o llorar frente a otro ser humano y no refugiarse detrás de una pantalla para hablar con bots que sus creadores alardean y llaman “inteligentes”. No me vengan a mí a decir que el Chat GPT puede hacerme reír tanto como lo hacen mis amigas o que tiene la capacidad de despertar la ternura que me despierta la persona que me gusta.
De todos modos, me despido con esto. Me quejo y me enoja mucho, pero estoy igual que todo el mundo: tengo Instagram, X (o Twitter), Pinterest y seguro me olvido de alguna más. Estas compañías tienen tanto poder que incluso han creado un documental y lo han publicado en Netflix –todos lo hemos visto–, exponiendo buena parte de lo que sucede behind the scenes de estas plataformas, y aún así, me juego lo que sea a que no han perdido ni un solo usuario hasta el momento a causa de eso. De ahí que mi intención no sea señalar a nadie, creo que la mayoría estamos en la misma. Tampoco sugiero que la solución sea abandonar todo este mundo, sería un poco ridículo pedir eso –ojalá no lo fuera–, estaría subestimando demasiado la profundidad de la cuestión. No lo sé. Quizás escribí esto con mucha bronca y tenga que volver más tarde a releerlo y pensar de nuevo. Por ahora creo que prefiero decirle a esos AI friends, therapist o girlfriend/boyfriend: gracias, Mark, pero paso.